El modelo de
Universidad implícito en el “Manifiesto Liminar” fue la matriz programática que guió la acción del
movimiento universitario durante la primera mitad del siglo pasado. Fue así
como algunas reivindicaciones de “fácil despacho” y asumidas como demandas por
el conjunto de la comunidad universitaria, como la consideración de la
extensión como parte del quehacer universitario, la libertad de cátedra, las
cátedras de libre elección y con asistencia voluntaria; incluso la
inviolabilidad de los espacios y territorios así como un funcionamiento relativamente autónomo y autárquico, hacia el año 1960, formaban parte de la rutina de la mayoría de
las universidades del continente. No pasaba lo mismo respecto con el cogobierno
y la elección de las autoridades universitarias con participación de todos los
estamentos. De ahí que la lucha por el
logro de este principio cobró relevancia y se asoció a la lucha por la reforma
universitaria.
Los movimientos de
reforma universitaria se suceden en diversos países a lo largo del siglo XX
emergiendo en cada uno de ellos como parte de los conflictos que dan forma a la
dinámica social y la inserción en ella de la universidad. Chile vive a partir
de los años 30 un profundo y traumático proceso de democratización que abarca
la sociedad, la política, la economía y la cultura, proceso que culminará el
año 1970 con la elección del Gobierno Popular encabezado por Salvador Allende.
Las instituciones de las más diversas áreas tanto de la sociedad civil como de
la sociedad política se adaptaban para asumir los desafíos que planteaban al
país la industrialización y el desarrollo capitalista, incluyendo por cierto la
masiva incorporación de población a los mercados. La Universidad no estaba
ajena a este proceso y la reforma universitaria fue parte de él.
Hacia los años 60 se
incorporaba a los estudios superiores una generación de jóvenes inquietos que,
deseaba romper con los fantasmas de la posguerra y embriagados con las utopías
o enfermos de ideología soñaba con
cambiar el mundo. Partieron por ello por cambiar la universidad de la única
forma que podían hacerlo, o sea, rompiendo con las caducas estructuras de
generación del poder y abriendo los claustros, y esferas de poder, a la
participación democrática de todos los estamentos. A las nuevas autoridades
generadas democráticamente les correspondería plasmar el resto de las
transformaciones que crearían las condiciones para que la nueva Universidad
respondiera de verdad a los desafíos de la época.
Los movimientos de
reformas en Chile no podrían explicarse sólo a partir de causas generales
enmarcadas en el contexto histórico nacional y mundial en el que se produjeron.
Como antecedentes emblemáticos podemos mencionar por ejemplo algunas experiencias de cogobierno
implementadas previamente en determinados nichos del quehacer universitario que
aportaron experiencia y conocimiento a los estudiantes y confianza en los
profesores y administrativos respecto de
la madures que habían alcanzado los estudiantes para asumir el cogobierno. A
modo de ejemplo se puede mencionar el DASUCH (Departamento de Acción Social de
la Universidad de chile), organismo de administración paritaria encargado de tomar decisiones en
algunas materias de bienestar estudiantil o de extensión incluyendo los
trabajos de verano que, en el período que nos referimos, recibían apoyo financiero y técnico de las
escuelas y carreras. En la Universidad de Chile de Valparaíso algunos casinos
universitarios y programas de becas eran administrados por los departamentos de
bienestar en colaboración directa con
los centros de alumnos a través de sus representantes.
Aún cuando las
transformaciones asociadas al proceso de reforma universitaria se vivieron con
mayor o menor fuerza en mayoría de las universidades del país entre 1968 y
1973. Hay cuatro escenarios donde por diversas razones las transformaciones se
vivieron con mayor intensidad y las huellas dejadas fueron más profundas: La
Universidad Católica de Valparaíso, La Universidad Católica de Santiago, La
Universidad Técnica del Estado y La Universidad de Chile en Valparaíso. Las dos
primeras debieron enfrentar el peso de la acción y el poder del vaticano
representado por las jerarquías clericales nacionales amén de un naciente
movimiento ultraderechista inspirado en lo más retrógrado de la ideología
confesional: el gremialismo. En los otros dos casos, con enemigos menos
poderosos, el terreno era fértil para
que asumieran por primera vez en el país a la cima de la dirección de una
universidad autoridades que reconocían abiertamente en su modo de pensar la
influencia ideológica del marxismo.
El inicio de las
movilizaciones por el cogobierno tiene lugar el 15 de junio del año 1967 cuando
estudiantes de arquitectura se toman la escuela en la Universidad Católica de
Valparaíso. El conflicto se proyecta rápidamente al conjunto de la universidad
y se prolonga hasta el mes de agosto período en el cual la comunidad desconoce
las autoridades nominadas por el Vaticano a través de sus representantes en
Chile y procede a elegirlas por su propia cuenta. Se produce un período de
vacío de poder que se prolonga hasta el mes de Agosto cuando el Gran Canciller
desconoce las autoridades nominadas antes del conflicto y procede a nombrar y
legitimar las recientemente elegidas.
Alentados por la
experiencia vivida en Valparaíso y demandando su repetición en Santiago, en el
mismo momento que en el Puerto son legitimadas las autoridades elegidas, La
Federación de Estudiantes (FEUC) se toma la Casa Central. El desenvolvimiento y
desenlace del conflicto en Santiago tuvo características muy similares a lo
acontecido en Valparaíso. Lo que trascendió aquí no fue el conflicto propiamente
tal sino un cartel colgado en el frontis de la universidad con la leyenda “EL
Mercurio Miente” como reacción a la
campaña informativa en contra del movimiento orquestada por uno de los pilares
del conservadurismo local, cuyos dueños, eran testigos de cómo perdían el
control de otro de sus emblemáticos pilares: la principal universidad
confesional del país.
En el caso de la
Universidad Técnica del Estado y La Universidad de Chile en Valparaíso, la
presencia de cogobierno y la simpatía de las nuevas generaciones con el ideario
socialista generaron las condiciones
para que ingresaran a los campus, aulas y laboratorios un andamiaje de
ideas conceptuales que rebasaban largamente la modernización capitalista. Si se
revisa la literatura de la época al respecto es común encontrarse con un
lenguaje plagado de ideas fuerza que daban sentido al quehacer universitario,
como, la formación de la conciencia crítica y del hombre nuevo para
protagonizar el cambio social, la unidad obrero estudiantil, la investigación
sobre la realidad social y la doctrina social de la iglesia defendida por los
cristianos que se declaraban socialistas, la acción política y el aporte de la
ciencia a la lucha contra la miseria y el hambre.
Amparados en el
pluralismo y la diversidad que preconizaba como principio la Universidad de la
reforma, un grupo de intelectuales atrincherados en nichos abiertos en las
facultades de economía de las Universidades de Chile y Católica (los chicago
boys) y las facultades de teología y derecho de la Universidad Católica (el
ultraderechista movimiento gremialista), pensaban el país y la
universidad neoliberal que tendrían oportunidad de recrear algunos años después
al alero de las metralletas de la dictadura de Pinochet.
Los profesionales
comprometidos con la Universidad de la reforma y sus líderes fueron expulsados
de la Universidad al día siguiente de instalarse en el país la dictadura,
algunos como el doctor Enrique Paríz o el profesor Fernando Ortiz fueron
asesinados, otros sufrieron el exilio y los que permanecieron en el país
siguieron haciendo universidad en el único lugar donde era posible hacerla, es
decir fuera de ella. Algunos encontraron sus espacios en Las ONGs, otros en
centros privados de estudios, organismos internacionales o solidarios. Es allí donde hay que seguir las huellas de
la reforma, y por cierto, en los artículos y libros publicados por algunas de sus autoridades como Fernando
Castillo Velazco, Raúl Allard, Enrique Kirberg y Carlos Martínez Corvella.
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