El desencadenamiento
de acontecimientos que marcaron la praxis del conflicto en este caso no tiene
demasiada significación por cuanto el legado de la movilización de los
estudiantes de Córdoba del año 1918 será preferentemente ideológico y se
expresará en las ideas contenidas en el “Manifiesto Liminar” conocido más
comúnmente como el “Grito de Córdoba”. Este documento expresa y desarrolla con
brillante lucidez los principios básicos de las reformas universitarias demandadas por los movimientos
universitarios en el mundo durante el siglo XX que intentaron acabar con una
Universidad heredada de la tradición medieval y dominada hegemónicamente por
los poderes fácticos asociados al clero y la oligarquía; abriendo paso a la
modernidad y habilitándola para cumplir los desafíos que ella le planteaba.
Los principios
fundamentales de la Reforma Universitaria que el “Grito de Córdoba” legitima
son: autonomía universitaria que implica evitar que presiones provenientes de
los poderes fácticos interfieran en la
vida universitaria, autarquía financiera e inviolabilidad de la infraestructura
locataria; cogobierno expresado en la participación del conjunto de la
comunidad universitaria, en especial los estudiantes, en la elección de las
autoridades; extensión universitaria, concepto
que apunta a vincular la Universidad con su entorno social y relacionar
su quehacer con la sociedad; acceso de los profesores por concursos y
periodicidad de las cátedras; libertad de cátedra; asistencia libre a cátedras
paralelas; vinculación de la docencia con la investigación, compromiso con la solidaridad latinoamericana e
internacional.
El eje del movimiento
de reforma universitaria desencadenado en Córdoba el año 1918 es la disputa por
el cogobierno o sea la participación del conjunto de la comunidad universitaria
en la generación de las autoridades que tendrán a su cargo la gestión de la
universidad. Ese es el gran legado del Grito de Córdoba. La generación
democrática de sus autoridades junto a la autonomía académica y presupuestaria
otorgarán las herramientas a la Universidad que el Manifiesto de Córdoba
pretendía configurar para formar los profesionales e intelectuales que les
corresponderá asumir la dirección política y espiritual de la sociedad en los
albores de siglo XX, relevando en esta función al clero y las castas
oligárquicas sobrepasadas por los nuevos desafíos que la modernidad, el
desarrollo capitalista y la industrialización planteaba al continente.
El Grito de Córdoba influyó en el quehacer del
movimiento estudiantil latinoamericano y mundial de todo el siglo XX. Baste
mencionar tan sólo que los movimientos estudiantiles que en mayo del 68
tuvieron en jaque al gobierno francés y las reformas universitarias provocadas
por los estudiantes en Chile durante la década del 60 tienen en el Grito de
Córdoba su fuente de inspiración. También desarrollaron algunas de las ideas
allí contenidas grandes intelectuales latinoamericanos en su esfuerzo por
pensar lo específico de la realidad latinoamericana y el rol que le cabe a la Universidad en su
evolución y desarrollo, como José Ingenieros, José Carlos Mariátegui, Faustino
Sarmiento, Germán Arciniegas, Julio Antonio Mella, Aníbal Ponce, Héctor Agosti,
Darcy Ribeiro, Luis Vitale; y políticos de la talla de un Salvador Allende o un
Víctor Haya de la Torre.
En el largo proceso
histórico que da forma a un modelo de
Universidad Latinoamericana y el rol que en su configuración juegan las
organizaciones estudiantiles “El Grito de Córdoba” no constituye una meta sino
un punto de partida. En el mundo, en el año en que se desencadena el conflicto
en la Universidad de de San Carlos, estaban ocurriendo episodios como la guerra
civil que sucede a la revolución mexicana, la primera guerra mundial y la
revolución de octubre, y Latinoamérica estaba viviendo el ajuste de sus
instituciones (universidad incluida) para enfrentar los traumas asociados a
procesos como la industrialización, un incipiente desarrollo capitalista, y el
desplazamiento de la fronda aristocrática de los centros de poder políticos y
económicos. Los partidos socialistas de orientación marxista y los propios
partidos comunistas, que en la segunda mitad del siglo influirán grandemente en
la orientación de los centros de alumnos y federaciones universitarias del
continente, aún no habían nacido o estaban recién en pañales.
Posteriormente los movimientos de reforma que surgieron
hacia la mitad del siglo XX impulsaron
procesos enmarcados en una reforma universitaria que, aunque incorpora los principios asociados al Grito
de Córdoba, agrega otros, que, en conjunto modelan lo que se conoce como
Universidad Popular. Destacan entre ellos la legitimación de la educación
popular como método de enseñanza
aprendizaje, la formación de profesionales con conciencia crítica, humanista y
comprometidos con el cambio social para lo cual la alianza con los obreros es
precondición, gratuidad y garantía de acceso a la educación superior de los
estudiantes de origen popular; y durante los últimos años, compromiso del
quehacer científico con la búsqueda de
respuestas a problemas contemporáneos como la superación de la pobreza,
la defensa de los derechos humanos y la profundización de la democracia.
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