La movilización estudiantil del año 2006
corresponde a una serie de manifestaciones realizadas por estudiantes
secundarios en Chile entre Abril y Junio de ese año, reactivadas en septiembre
y Octubre y el aparecimiento de breves escaramuzas el 2008. La movilización es
identificada informalmente como Revolución de los Pinguinos o Revolución
Pinguina debido al tradicional uniforme utilizado por los estudiantes. Para
dimensionar su extensión cuantitativa se destaca los sobre 100.000 estudiantes de más de cien
colegios del país que se encontraban movilizados el viernes 26 de Mayo, antes
del Paro Nacional de Estudiantes convocado para el Martes 30, el cual habría
contado con una adhesión de más de 600.000 escolares. . En una entrevista meses
más tarde señalaría María Jesús Sanhuesa, la
líder más emblemática de la llamada revolución pinguina: “……el
movimiento del 2006 se armó de manera invisible, sin que nadie se esperara que
fuera tan tremendo”
Las
primeras manifestaciones asociadas al conflicto tienen lugar el 25 de abril,
desde esa fecha y hasta el 16 de Mayo (con la convocatoria al primer paro
nacional) se suceden movilizaciones a diario en diversos establecimientos a lo
largo del país. La demanda estaba reducida a mejoras de infraestructura en
algunos colegios, la gratuidad de la PSU (prueba de selección universitaria),
el uso del pase escolar las 24 horas del día los 7 días a la semana, y el
mejoramiento de la jornada escolar completa.
A mediados de mayo el movimiento había alcanzado un nuevo estadio, las
redes sociales habían develado el tremendo poder de convocatoria que poseen
cuando se sabe hacer uso de ellas.
Cuando
el movimiento se instala en el escenario social y político del país, la
presencia de sus dirigentes emerge y se agiganta en los medios. Recibe el apoyo
de universitarios, profesores y la comunidad escolar en general. Hacia el 18 de
mayo los movilizados demandaban reforma a la LOCE, (ley orgánica constitucional
de enseñanza), término de la municipalización
y mejoramiento de la jornada educacional completa. La movilización
durante la segunda quincena de Mayo se expande rápidamente a todo el país. Al
concluir el mes, la prensa, aludiendo a fuentes policiales, informaba la existencia de 900 colegios y
800.000 estudiantes movilizados, lo que expresa el 80% de la población escolar;
a esto habría que agregar los más de 100.000 universitarios en tomas, paros y
jornadas de reflexión.
La
reacción del Gobierno estuvo a cargo del Ministro de Educación (Martín Zélic) y
se redujo a condicionar las conversaciones al término de las movilizaciones. El
conflicto se prolonga hasta la víspera de un viaje programado por la jefa de
gobierno con anterioridad a Estados Unidos. A fin de no cargar la pesada mochila del conflicto a la gira, la
propia presidenta, un día después del
paro nacional del 5 de junio, en cadena nacional firma un proyecto de ley que
es enviado de inmediato al parlamento y contiene las reformas constitucionales
requeridas para abordar algunos de los temas de fondo. Anuncia también la
creación de una comisión amplia con participación estudiantil abocada a
inyectarle contenidos a las reformas demandadas a la LOCE, la jornada escolar
completa y la municipalización. Seis días después una de las organizaciones de
segundo grado la UNES (Unión Nacional de Estudiantes) acuerda la entrega de los colegios que aún
permanecían en tomas.
La
nebulosa en materia de resultados que dejaban los logros asociados al envío al
parlamento de un proyecto de ley de reforma constitucional y la creación de un
Consejo Asesor Presidencial mandatado para dar sustancia a las reformas
prometidas, se acentuaba debido a la desconfianza que transparentaban las
posturas de las autoridades de gobierno formuladas respecto de los temas
tratados en las mesas de negociación que operaron a lo largo de todo el
conflicto. En el Consejo Asesor primero los estudiantes solicitaron
participación paritaria, petición que fue rechazada de plano alcanzando
finalmente un reducido 17% de
representación. Al poco andar los estudiantes se retiraron. La discusión se
prolongó primero al interior de la comisión y posteriormente en la Cámara de Diputados y el Senado durante casi dos
largos años. Durante este lapso de tiempo la movilización estudiantil se hace
presente de manera reducida, sólo en los meses Agosto y Septiembre de ese año
2006, para posteriormente reducirse a declaraciones y visitas esporádicas y espontáneas al parlamento cuando los proyectos fueron
discutidos y votados en las comisiones y sala.
El
balance que arroja el seguimiento de las medidas propuestas por M. Bachelet da
para todo. Incluso aquellas que sólo requerían para materializarse decretos
gubernamentales tuvieron distinta suerte. El uso permanente del pase escolar y
el pago de un pasaje de valor reducido, como era tradicional, fue incorporado a
los convenios que se firmaron con la implementación del Transantiago y sólo
beneficiaron a los estudiantes radicados en la capital. La Jornada Escolar
Completa no sufrió modificaciones sustantivas lo cual requirió priorizar para
ese propósito el desvío de recursos para
materializar la infraestructura aún requerida. Comentario aparte merece el
seguimiento a los temas de la desmunicipalización y la LOCE, por cuanto con los
estudiantes desmovilizados y fuera del Consejo Asesor Presidencial la
iniciativa se trasladó a este organismo donde predominaron las ideas
conservadoras. De esta forma, las propuestas ya carentes de los contenidos
demandados por los estudiantes fueron terminadas de ser desnaturalizadas
durante la discusión en el parlamento donde la iniciativa fue tomada por la
derecha y los sectores del ala más reaccionaria de la concertación que eran
miembros de las comisiones de educación de ambas cámaras.
La
aparición en el escenario político y social de jóvenes quinceañeros con Jumper
y calcetas la mujeres y chaquetas azul
piedra o buzo los varones sorprendió a
medio mundo. Rápidamente fueron sometidos a una exposición mediática que sus
dirigentes sortearon con galanura y elegancia. El conocimiento de los problemas
que enfrentaban, el dominio de las soluciones y demandas que levantaban, la
fortaleza de sus convicciones y decisión de defenderlas removió la conciencia
del país entero. Ingresaban a los salones del gobierno y el parlamento a dialogar
de igual a igual con las autoridades y demostraban un dominio en el uso del
poder de las redes sociales como instrumento de movilización y lucha social
como no se conocía hasta ese momento. En la calle y asambleas, megáfono en
mano, con consignas audaces e imaginativas
y encendidos discursos se convertían en magníficos agitadores. Todo ello
deslumbró a la prensa de la época. Recordamos aquí a algunos de ellos: María
Jesús Sanhuesa (La Jochu), Juan Carlos Herrera (El comandante Cornejo), Julio
Isamit (EL guatón farandulero), Karina Delfino, Cesar Valenzuela, María Huerta.
La incorporación de la educación a la agenda,
el debate y la acción política, o dicho de otra forma, la instalación de la
educación como tema país fue quizás el
mayor logro de la revolución pinguina. La Reforma de la LOCE (Ley orgánica
constitucional de educación) decretada el último día de gobierno de la
dictadura y mantenida sin variaciones su vigencia durante los 17 años
siguientes, pasó, de no estar en la agenda del Gobierno, a cobrar una inusitada
presencia, su costo fue la caída de dos ministros. Fueron los estudiantes en
las calles el año 2006 los que generaron al interior de la sociedad civil la
fuerza necesaria para pasar por encima de los enclaves autoritarios enquistados
en la sociedad política y obligaron a los propios agentes políticos a cambiar
las prioridades. El contenido del nuevo reglamento que se elaboró y decretó
después de una engorrosa discusión liderada por la derecha al interior del
Parlamento, y sin movilización estudiantil, registró sólo cambios de
maquillaje. Ese no es punto. Aún así, ese error de cálculo “la clase política” lo pagará el 2011
ganándose la desconfianza de otros estudiantes que ese año volvieron a tomarse
las calles
Con
la revolución pinguina nace en el país un movimiento social de nuevo tipo
construido con la lógica del hipervínculo, liderado por muchachos que se habían
criado jugando con los computadores, y ahora recorrían el país usando las rutas
cibernéticas, creando organizaciones
virtuales y configurando redes sociales que multiplicaban la capacidad de
movilización por millones y con costos cercanos cero si se dispone del
equipamiento. El país fue gratamente sorprendido cuando en tiempo record se
organizaban eventos que acogían a cientos de dirigentes y marchas callejeras que movilizaban a cientos
de miles de personas. Las autoridades observaban atónitas el fenómeno y
permanecían cada vez más confundidas. Se había instalado en Chile lo que los
analistas del fenómeno de los indignados movilizados en Madrid y Nueva York
cinco años después identificaron con la categoría “movimiento social
posmodernista”. Junto a ello al alero de la dinámica de movimiento nace una
nueva categoría organizacional: la asamblea; y al alero de la dinámica del
movimiento, un liderazgo de nuevo tipo que se empodera al fragor del debate democrático,
proyecta audacia en las calles y
transparenta lucidez en los medios: la
vocería. No obstante el magro balance de resultados finalmente alcanzados la
revolución pinguina marcará un antes y un después en el desarrollo del
movimiento estudiantil chileno y será considerada un hito sin precedentes en la
historia de los movimientos sociales.
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