Los cuatro años de
interregno que significaron el acceso al control de la nación de la una derecha
que todavía no había roto los lazos con la dictadura, transparentando más bien su condición de “hija”
y “heredera”, modelaron un escenario inédito que generó las condiciones para
que se configurara el fenómeno político que es materia de análisis de este
estudio: la confluencia de dos culturas en torno a un proyecto político
programático.
Forman parte
constitutiva de ese escenario fenómenos como un contexto internacional marcado
por la incapacidad que muestran los líderes mundiales para manejar las crisis
cada vez más recurrentes, lo que ha puesto en evidencia que la magia del modelo
neoliberal, si es que alguna vez la tuvo, ha muerto y el hechizo que alguna vez
embrujó a sus cultores se ha roto. En este contexto las movilizaciones
coinciden con sucesos a nivel mundial que se desenvuelven en una dimensión
similar formando parte de la “otra globalización”, la globalización de las
protestas frente a la frustración, la ira, el desencanto y la indignación.
Por otro lado, aún
cuando la situación de hoy en materia de alternativas al paradigma neoliberal
no es muy diferente a lo acontecido hace 30 años, lo nuevo es que ahora es el
propio paradigma neoliberal que comienza, si no a caerse a pedazos, a
evidenciar sus insuficiencias estructurales, generando una resistencia global y una marea de indignación
que se desplazada a través del planeta.
En el plano interno,
treinta años de crédito abusivo operado desde la banca o las empresas del
retail, aumento de la desigualdad, oscuros negociados de los monopolios
entronizados en las instituciones que controlan poder político y económico,
subempleo extendido afectando especialmente a una juventud irremediablemente
lanzada al precipicio de la desadaptación, estancamiento de salarios y
alienación social generalizada han desnudado la esencia del sistema.
También modela este
nuevo escenario la emergencia de movimientos sociales de nuevo tipo a lo largo
del país que expresan la rebeldía de cada vez mayores sectores que se resiste a
ver cómo la riqueza generada se desplaza fuera de la puerta de su casa y
comienzan a revelarse protagonizando expresiones de rebeldía inéditas en los
últimos años.
Al respecto, la
revuela del de los estudiantes del año 2011 sosteniendo un conflicto que se
mantuvo a lo largo de nueve meses reivindicando la demanda por una educación
gratis de calidad aún no resuelta, reveló también que el país cambió.
En la presencia de
los fenómenos que he enunciado en los párrafos precedentes, se transparenta
cómo en Chile y el mundo el imaginario colectivo y la hegemonía de las ideas experimentan
un viraje hacia la izquierda. En la emergencia de estos fenómenos el Partido
Comunista no ha estado ajeno, es más, en algunos de ellos ha jugado un rol
significativo, ganándose el derecho a formar parte de la alianza de centro
izquierda que con el nombre de Nueva Mayoría se apresta a asumir la
administración del país.
Ello por cierto no
fue fácil, la presencia del Partido Comunista en ella ha sido cuestionada especialmente
por personeros de la Democracia Cristiana, aún cuando la firma de pactos
electorales previos habían pavimentado el camino para avanzar hacia el diseño
de un programa político en el que se reconocieran las dos culturas.
Superadas las
desconfianzas, elaborado el programa de Gobierno, y sometido a juicio del
electorado; a las puertas de ponerse en marcha, en un país con movimientos
sociales empoderados y donde la hegemonía del neoliberalismo se bate en
retirada, el desafío por llevar a buen puerto la matriz de transformaciones sociales
económicas y políticas (reformas a la constitución incluida) comprometidas está
echado y el país está expectante de sus logros.
Fuera de Chile la
experiencia también es observada, se trata por cierto de una experiencia
inédita en el mundo: la confluencia de la cultura comunista y la cultura
socialcristiana en torno a un proyecto político que se propone encontrar las
luces que dejen atrás la noche neoliberal.
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