El tremendo impacto que causó la potente respuesta de China a la provocación que significo la visita de Nancy Pelosi a Taiwán, no opacó el otro golpe que recibió el imperialismo norteamericano en solo una semana.
Nos referimos al cambio de mando en el Gobierno de Colombia, donde por primera vez en la historia asume un presidente identificado plenamente con la izquierda, acompañado en la cima del poder por una tremenda lideresa representante de la cultura afro descendiente.
Ambos sucesos se tomaron la agenda geopolítica latinoamericana y mundial.
El triunfo de Gustavo Petro y Francia Márquez considerado la antesala de la asunción de Lula a la primera magistratura de Brasil en octubre próximo, (si no ocurre algo anormal), unido a los recientes sucesos similares ocurridos durante el año en Chile y Honduras cambiarán el mapa geopolítico de Latinoamérica.
La cita en Bogotá fue el momento oportuno para que los lideres de estos países junto a los de otras naciones como México, Argentina, Panamá, Bolivia y Perú, (entre otros), reconsideren el multilateralismo como el instrumento preferente para enfrentar los grandes temas del presente y el futuro que están asociados a la superación del subdesarrollo.
El presidente Gabriel Boric comunicó a la prensa que en conversaciones bilaterales con los presidentes de Bolivia y Colombia se abordaron los temas pendientes de la hoja de ruta pactada el 2021, (litio incluido), y el candente tema de las migraciones respectivamente.
Los vientos en Latinoamérica soplan en la dirección políticamente correcta. No puede asombrarnos entonces que, en un contexto de correlación de fuerzas favorable, en la agenda de la geopolítica y el multilateralismo latinoamericano, cobren significación las reivindicaciones levantadas por los movimientos obrero, indigenista, femenino y ambientalista.
En el plano político, el canallesco bloqueo que afecta a los países que configuran la primera línea de la lucha anti imperialista continuará quedando atrás; y en el ámbito económico, con el entusiasta apoyo de China, se crearán mejores condiciones para afianzar los grandes proyectos de desarrollo en ejecución, como la ruta interoceánica que unirá el pacífico con el atlántico sur, incorporando a los países sudamericanos en las grandes rutas del comercio mundial.
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