CASA QUINTIL
EDITORIAL
5 de febrero 2022
CONVENCIÓN CONSTITUYENTE.
ESTRATEGIA DEL CONTINUISMO: “GATOPARDISMO” O RECHAZO.
En el plebiscito de entrada,
el continuismo, como era de esperarse levantó la bandera del rechazo, la misma
que con toda seguridad levantará en el plebiscito ratificatorio. Con algunos
matices, sus partidarios, que se postularon a la elección de convencionales, en
campaña levantaron la misma bandera, el resultado arrojó un triunfo por paliza
de los partidarios del apruebo, (80 -20).
Instalada la convención, la
dispersión por motivos ideológicos, instrumentales, corporativos, pertenencia a
parroquias partidarias, o identidades fundadas en diversas consideraciones, como,
pertenencia a pueblos originarios, movimientos feministas o ambientalistas,
incluyendo los independientes antisistema; dificultaron la articulación de los
partidarios del apruebo en un bloque que les permitiera conseguir los dos tercios que requieren la
normas para ser incorporadas al texto que finalmente se plebiscitará.
Organizados en “colectivos” los
convencionales (continuistas incluidos) se incorporaron a las primeras tareas
programadas, elección de presidencia, vicepresidencias, y elaboración del
reglamento. Los directivos que lideraron esta primera parte del proceso, vieron
en esta disposición del continuismo de incorporarse “al baile”, una “garantía que
otorgaba legitimidad” a la obra en construcción, y para afianzar su apuesta,
sobrevaloraron la participación en los espacios de dirección a los partidarios
del rechazo, en desmedro de partidarios del apruebo, tensionando incluso la campaña
presidencial del bloque apruebo dignidad.
Las condiciones creadas,
abrieron la posibilidad para que los continuistas formando parte del proceso
constitucional levantaran una segunda estrategia (alternativa y complementaria
aunque parezca paradójico), que a falta de un mejor nombre la he llamado
“gatopardismo” aludiendo a la alegoría política concebida por el Príncipe de
Salina en Sicilia, durante la revolución unificadora, y expresada en la famosa frase
“todo debe cambiar para que todo siga como hasta ahora”, o sea, incorporarse al proceso constituyente elaborando
normas “espejo” de la vieja constitución en la nueva en proceso de elaboración;
y, en el evento “no conseguir el propósito
amenazamos con el fantasma del rechazo”.
Esta estrategia se ha
transparentado con mayor nitidez, cuando el proceso constituyente entra en una
segunda fase conducida por nuevos liderazgos y focalizada en la redacción de
normas.
Es así como hemos sido
testigos de las demoledoras campañas publicitarias de que han sido objeto
algunas propuestas que han surgido en las iniciativas populares de norma
relacionadas a temas como, derechos de agua, gestión y propiedad de las riquezas
naturales constituidas en fuentes de riqueza, nacionalización de las grandes
empresas mineras, elección de autoridades del poder judicial, derechos de la
ciudadanía a la libertad de información, entre otras.
Campaña que, en su discurso, no
se ha reparado en el hecho que se trata sólo de iniciativas, las que, para
transformarse en normas deben seguir un largo proceso de tramitación. Campaña a
la que han concurrido una nutrida gama de conspicuas personalidades y representantes
de, o vinculados a, las instituciones que configuran el andamiaje de los
poderes fácticos e institucionalizados. Campaña a la que se han sumado incluso
organismos internacionales como la siniestra Comisión de Venecia, cuyos
actuales representantes chilenos acusan presencia en un pasado reciente en la
elite del poder judicial y el tribunal constitucional.
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