El mayor peligro que se cierne en el mundo de hoy es el debilitamiento por no decir la destrucción de la democracia. Peligro que trae consigo la ultraderecha populista de nítido corte neofascista.
De ese peligro Chile hoy no está ajeno.
Es lo que se juega en las elecciones parlamentarias y presidenciales a realizarse a fines de este año.
En este contexto, el progresismo adopta la decisión de enfrentar este evento con una coalición articulada, un programa único y una candidata competitiva.
La ruta para conseguir aquello, tiene varias estaciones a la primera de las cuales se arribó con un éxito inusitado.
En efecto, podemos decirlo hoy, fue el arribo a la primera estación de esta carrera que el progresismo coronó con éxito, con la realización impecable de una primaria que no tiene nada que envidiar a las realizadas en la reciente historia de Chile.
El esfuerzo de sus enemigos políticos por enlodarla no prendió.
Con ello renacieron las esperanzas del pueblo de enfrentar al extremismo populista de ultraderecha con una candidata competitiva, que dialoga cara a cara con el pueblo y èste le cree lo que ella dice.
Podemos concluir, por tanto, que el episodio tubo el efecto esperado, la elección de una lideresa, con una participación no menor de la ciudadanía consultada por los ocho partidos que conforman la alianza, dando una lección de construcción de democracia, que Chile y el mundo valoró, en momentos en que en el mundo, (como lo dijimos antes) la democracia, viene siendo gravemente mutilada por la desafiante acción destructora de una ultraderecha populista que extiende sus tentáculos en Europa y América.
Peligro respecto del cual, lo repetimos, Chile no está ajeno.
Al momento de hacerse público los resultados que conocemos, la candidata con la generosidad que de ella se esperaba sentenció “dejo de ser la candidata de un partido para ser la candidata de la centroizquierda”.
Por su parte, el partido al cual pertenece le dio la autonomía para actuar en consecuencia.
El resto de las organizaciones políticas y sociales que se identifican con el progresismo rodeando a la candidata, apañan la idea de elaborar en conjunto un programa que los represente a todos, y ofrecer a sus mejores cuadros para abordar la tarea, así como para acompañar a la candidata en el debate político electoral y recorrer Chile haciendo campaña.
Fué un hecho político posicionó a la candidata en la pole position de las encuestas, ubicación que mantiene tres semanas después de ocurrido el hecho que comentamos.
A las puertas de cerrarse el plazo para inscribir la plantilla parlamentaria, la democracia cristiana toma la decisión de aterrizar en la coalición constituyéndose en el noveno partido que forma parte de ella.
Mientras en la otra vereda, la ultraderecha confirma en Chile (como ocurre en Europa y Argentina) que su proyecto político considera la fagocitación de la derecha tradicional.
Y, en ese contexto, presiones empresariales, clamando unidad en inserciones periodísticas no son escuchadas, porque no tienen piso político y no encuentran terreno fértil para florecer, desatando en cambio, la ira de una candidata, que, al sufrir increíbles ofensas a su dignidad, sorpresivamente responde poniendo en duda su apoyo en el balotaje al autor intelectual de tales envilecimientos, mezquindades y degradaciones sufridas.
Están dadas entonces las condiciones para que, a la segunda estación, la primera vuelta, el progresismo llegue fortalecido y significativamente mejor aspectado que sus adversarios.
Con una coalición articulada, un liderazgo competitivo y un relato fundado en un programa donde la seguridad ciudadana y el crecimiento económico se compatibilice con la justicia social, la igualdad y la defensa de los derechos sociales adquiridos.
Dicho con palabras de la propia candidata, “que los frutos del crecimiento se repartan equitativamente, llegando a la mesa de los pobres, el bolsillo de los trabajadores y contribuya a mejorar sus condiciones de vida”.
Y a ella el pueblo le cree.
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