El año 2025
concluirá con las elecciones presidenciales y parlamentarias.
Lo hemos
dicho otras veces, la única posibilidad que tiene el progresismo de triunfar en
ellas, es enfrentar la tarea configurando un conglomerado, que agrupe todos los
partidos y organizaciones que, en su práctica cotidiana, privilegian las
identidades que lo vinculan al progresismo.
Y, por el contrario, que lo alejan de la defensa
de las ideas e intereses levantados y defendidos por una cavernaria derecha hegemonizada
hoy por el neofascismo.
También lo hemos dicho otras veces, ello no será fácil.
Para lograrlo
tiene a su favor elementos que se deberán usar con inteligencia y sin mayor
dilación.
El más
importante es, por cierto, su presencia en la conducción del Gobierno.
Ello le da
la ventaja de tomar la iniciativa generando hechos políticos que ayuden a los
agentes que se identifican con el bloque a “tomarse el escenario”, y, por el contrario,
incomoden a los posicionados en la “vereda del frente”.
Otra ventaja
que se debe asimilar y capitalizar, es la experiencia lograda en las elecciones
de autoridades locales y regionales del año recién pasado, y la consideración
de los resultados alcanzados, cuando se enfrentaron unidos respecto de cuando
lo hicieron dispersos.
También, por
cierto, es digna de atención la consideración de la experiencia aprendida respecto
de las dificultades que trae consigo la experiencia de “hacer gobierno” con una
“prensa hegemónica” controlada por el gran capital y un “Congreso minoritario”,
abordando incluso tareas administrativas.
Dificultades
que, por cierto, se multiplican, tratándose de un Gobierno con vocación transformadora,
operando en el marco de un sistema político atomizado.
El efecto de
las “dos almas” felizmente ya medianamente superado, junto al debilitamiento,
cuando no, disociación del Gobierno con su base social de apoyo, aún vigente, son
deficiencias y problemas que la articulación orgánica, por cierto, deberá
contribuir a resolver.
Para que
ello se consiga debe haber un relato que, pauteado en las elites, “baje” rápidamente
y se enriquezca con la participación activa de la base social.
Un relato,
que, si bien en su inmediatez debe asimilarse a un programa de gobierno, en su
horizonte estratégico mire las respuestas a las demandas levantadas por la
multiplicidad de movimientos y conglomerados sociales, que acompañan hoy a los
movimientos populares tradicionales, en la tarea de hacer país con vocación
transformadora, visibilizados en el estallido social y aún no resueltos.
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