Los candidatos con plataformas izquierdistas han logrado victorias, durante los últimos años en importantes países de la Región, modificando significativamente el mapeo de la geopolítica en el continente.
El primer hito de aquello fue la elección en México de Andrés Manuel López Obrador quien llegó a la presidencia con un triunfo arrollador a fines del año 2018
Al año siguiente, los votantes de Panamá eligieron un gobierno de centroizquierda, y el movimiento peronista de izquierda de Argentina nos sorprende con su regreso al poder, no obstante, la crítica recibida por la gestión deficiente en administraciones anteriores que cargaban sus liderazgos.
El año 2020 los electores convierten a Luis Arce en presidente de Bolivia comprometiéndose éste a continuar el legado socialista dejado por Evo Morales destituido por un golpe de Estado.
En abril del año 2021 un maestro de escuela de provincia, Pedro Castillo también sorprende a las elites de su país siendo elegido presidente de la nación, apoyado por agrupaciones políticas que levantan una plataforma de clara orientación antineoliberal.
En las últimas semanas del mismo año, los pueblos de Chile y Honduras con una convicción que no admite dudas optaron por un presidente y una presidenta de izquierda respectivamente, para reemplazar a líderes de derecha, con lo que se extendió esta significativa tendencia que se arrastraba ya por más de tres años en América Latina.
La semana pasada, en Colombia, el ex líder guerrillero Gustavo Pietro (con una lideresa de ascendencia afro como compañera de fórmula) confirma su favoritismo en las encuestas y también gana las elecciones realizadas en su país (elegido por el pentágono en el pasado reciente para instalar en su territorio las instituciones creadas para focalizar y proyectar desde allí la influencia militar en el continente).
Si se cumplen los pronósticos anunciados por los analistas políticos de diversas tendencias, con el triunfo de Lula en las elecciones que se realizarán en octubre de 2022 en Brasil, se confirmará el diagnóstico repetidamente expuesto por expertos en ciencia política especializados en el estudio del continente: Un extenso territorio entre Tijuana y tierra del fuego, incluyendo los tres países de mayor población y las seis economías más poderosas de naciones habitadas por hispano parlantes en la Región, serán liderados por gobernantes comprometidos con un ideario identificado con el progresismo de izquierda.
(También han ocurrido interferencias. Durante los últimos tres años, los electores de El Salvador, Uruguay y Ecuador han desplazado a sus gobiernos hacia la derecha. Y en México y Argentina, el año pasado, los partidos de centroizquierda perdieron terreno en las elecciones legislativas)
Los efectos geopolíticos de esta situación descrita en la Región, (inédita por lo demás), se harán sentir con fuerza, como dijimos anteriormente, en el mapeo de influencias de los principales centros de poder mundial, algunos de los cuales destacamos a continuación:
Debilitamiento de la capacidad de influencia política, económica y militar para contener y/o boicotear el desarrollo de los tres países que se configuran como la primera línea de la lucha antimperialista en el continente. Cuestión que se transparentó ya en el discurso y la acción expresada por algunos de los países convocados, a propósito de la no invitación a la reciente cumbre de las américas de Cuba, Nicaragua y Venezuela.
Mejoramiento de las condiciones creadas para facilitar el incremento de las relaciones comerciales y tecnológicas de China con los países del continente, varios de los cuales, Chile incluido, la tienen posicionada como su principal socio comercial. Con ello, proyectos como la carretera bioceánica están llamados a continuar posicionando al gigante asiático en la disputa por un liderazgo en el nuevo orden económico internacional, y a los países latinoamericanos incorporados estratégicamente en las nuevas rutas del comercio mundial.
También vislumbramos la posibilidad de fundar las relaciones económicas, militares y políticas internacionales en un multilateralismo que ponga en el centro el diseño de una estrategia de desarrollo basado en la defensa de los intereses de los propios países de origen latino, en un contexto (pandemia incluida) de dificultades económicas en ascenso; donde los pilares del neoliberalismo se caen a pedazos y de sus ruinas hay poco que rescatar.
Lo propio se reproduce en las internas de los respectivos países, donde, observamos las señales de incubación, en el seno de un convulsionado continente, de un nuevo modelo económico de acumulación, cobrando presencia al alero de los estallidos y revueltas sociales; donde los pueblos reclaman protagonismo, las elites se esmeran por institucionalizar las transformaciones manteniendo sus privilegios, y los anquilosados ideologismos, cuando no son remozados, sirven cada vez menos para interpretar la realidad. Tanto es así que, para “conversar” con ella, el año 2019 la mismísima Cuba adopta la decisión de modificar la Constitución considerando la propiedad privada y el mercado como formando parte de la construcción socialista.