Las constituciones son hijas de su tiempo, es así como toda constitución tiene su pecado de origen.
El pecado de origen de la Constitución de Pinochet es el Golpe de Estado del 73, y su propósito, adecuar a las necesidades de su tiempo los instrumentos de dominación que los sectores oligárquicos habían ido perdiendo durante las tres o cuatro décadas que lo precedieron.
El detonante que desencadenó la creación de condiciones para que finalmente se creara la Convención Constituyente, encargada de elaborar la nueva Constitución, fue el estallido del 18 O acaecido el año 2019. El propósito perseguido hoy es por tanto, elaborar una Constitución democrática y representativa que ponga término a la hegemonía y privilegios que aún poseen y disfrutan los sectores oligárquicos posicionados en la cima de la estructura de poder.
La lucha por elaborar por primera vez en Chile una Constitución verdaderamente democrática mediante una Asamblea Constituyente libre y soberana, que venía cobrando fuerza desde el año 2011. finalmente se materializó en la robustez del triunfo del apruebo en el plebiscito de entrada y el pensamiento político de los constituyentes elegidos para elaborarla.
“Por fuera” personas y organizaciones sociales y políticas han manifestado su adhesión a esta idea y han realizado numerosas acciones (cabildos populares incluidos) tendientes a viabilizarla a escala nacional
Los innegables avances, conseguidos hasta ahora permiten confirmar que los constituyentes se han tomado en serio, y con la responsabilidad que corresponde, el mandato que les otorgó el soberano.
La nueva Constitución en elaboración será una constitución plurinacional, ecológica y feminista. Lo que hoy se debate, es la incorporación de los instrumentos que genere en su seno las condiciones para democratizar la estructura de poder, esto es, las condiciones para que los sectores hoy marginados se incorporen a la cultura, la sociedad, la política y la economía. O sea, la instalación de las condiciones para que los frutos de la riqueza que el país es capaz de generar se repartan en una forma más equitativa. Y lo más importante, la creación de las condiciones para que los conflictos que ello produzca se resuelvan en armonía, o para decirlo en lenguaje moderno, en condiciones civilizadas.
Era previsible por ello constatar que el camino hacia un proceso constituyente de esas características estaría plagado de dificultades y peligros, derivados de la tenaz oposición de los grupos y sectores sociales que sienten amenazada su hegemonía y privilegios.
El tema se ha tomado la agenda, incluso por sobre los sucesos que han transparentado la instalación del nuevo Gobierno, la estrategia de los sectores conservadores ha sido, al interior de la Convención, poner al día y perfeccionar los instrumentos de dominación usando como calificativo el concepto de “modernización”, y cuando no se logra aquello, amenazar con “el fantasma” del rechazo. Para ello han presentando su demanda con el calificativo de “transversalidad”, olvidándose que para conseguir aquello al interior del proceso, ellos mismos pusieron como condición que, para su aprobación, cada norma debía conseguir la venia de los dos tercios de los constituyentes, como fue recordado por la propia presidenta de la convención.
Por fuera de la Convención han orquestado una campaña mediática aprovechando el control monopólico que ostentan de los medios de comunicación. Por allí han desfilado desde organismos internacionales, (cuyos representantes en Chile acusan presencia reciente en el nefasto Tribunal Constitucional), creados exprofeso para obstaculizar en el mundo los procesos constituyentes democratizadores con participación de “plebeyos”, que amenace la hegemonía de las elites, nos referimos al nefasto “Grupo de Venecia”; hasta colectivos levantados en la sociedad civil por líderes intelectuales y políticos de poca monta pero influyentes, que ponen a disposición de la defensa de los intereses de los poderosos su "arte y belleza del pensar", y “otras”, o mejor dicho “unas” que, con el mismo propósito ponen a disposición del mejor postor su “capital político personal”, (apellidos incluidos), y cuando se trata de hacer negocio con ello “no dan puntada sin hilo”. (La mayoría de ellos y ellas se presentaron a la elección de constituyentes no resultando elegidos)
Participación protagónica en esta campaña mediática, han tenido ex presidentes de la república y actuales senadores que ven en peligro, estos últimos, la continuidad de su pega, por su parte, los representantes de la elite económica haciendo honor a sus apellidos han declamado críticas más sutiles, también algunos intelectuales vinculados a universidades privadas han aportado con lo suyo, intentando asimilar sus opiniones personales con una supuesta toma de posición de la “academia”.
Como lo hemos constatado, la contundente campaña alimentada con fac news, pos verdades y mentiras ha logrado penetrar en no pocos partidarios del cambio, poniendo en peligro incluso el triunfo del apruebo en el plebiscito final, la madre todas la batallas.
Parafraseando a uno de los grandes maestros de la filosofía política universal que nos enseñó a descubrir la dialéctica del manejo del poder en la relación del príncipe con sus plebeyos, el gran N. Maquiavelo, podemos decir que: nunca fue fácil incorporar a la gente común en la trama principal de los registros históricos, pero finalmente eso se logra......, el desprecio por la verdad capturada por una máquina de propaganda que pretende socavar la realidad y el sentido común no penetra en ese conocimiento accesorio que la gente tiene de lo que los domina.
El tiempo de la constitución de Pinochet se agotó y es demasiado improbable que para constatar aquello tengamos que vivir un segundo 18.O