En el discurso de G. Boric el 19 de diciembre el tema internacional estuvo casi ausente, sólo hubo breves alusiones en relación a la pandemia, el cambio climático y las migraciones, problemas respecto de cuyas soluciones sin el abordaje cooperativo de las naciones es insoslayable.
Posteriormente el tema ha salido a la superficie en el juego “tipo polla gol” en que se ha convertido el debate periodístico sobre la adivinación de los ministros que asumirán próximamente, y donde las fichas más difíciles de llenar han sido justamente, hacienda y la cancillería, o sea los que deben enfrentar las tareas más complejas. El primero deberá conciliar la consecución de los recursos necesarios para hacer realidad las transformaciones prometidas con la obtención de los equilibrios macroeconómicos; y el segundo, insertar al país en el complejo mapeo de un mundo que transita inexorablemente hacia un nuevo e incierto orden económico y político mundial.
La transición del gobierno se produce en un momento que, con Chile, en sud américa se completará una batería de 5 países cuyos gobernantes se identifican con la izquierda o la centroizquierda, aunque con diferentes matices ideológicos, esto es Argentina, Bolivia, Perú y Venezuela, a los que el próximo año correspondería agregar, si las elecciones se realizan y los resultados son los expresados hoy en las encuestas a Colombia y Brasil. Ello permitiría, por ejemplo, reflotar proyectos fundamentales para el desarrollo de los países del continente, hasta ahora postergados por la influencia hegemónica de Estados Unidos, como la construcción de las carreteras transoceánicas y el comercio con el Asia pacífico, por ir en sentido contrario a los intereses de las grandes transnacionales.
Con los resultados alcanzados recientemente en las elecciones en Honduras serán dos los países centroamericanos (incluyendo a Nicaragua) que, responden al mismo padrón.
La tremenda influencia ejercida por Cuba en las jóvenes naciones configuradas a partir de las pequeñas islas caribeñas recientemente independizadas, basadas en la cooperación y la solidaridad antes que, en el lucro y el saqueo. Ello también ha dado sus frutos expresados en la incorporación, de algunos de ellos a las agrupaciones de países que definen su accionar alejados de la influencia del país del norte.
Finalmente, en la propia América del Norte, los efectos de la emergencia de AMLO en la presidencia de México, también se ha hecho notar en el perfilamiento de Latinoamérica, como una zona que cuesta hoy conceptualizar como “el patio trasero de Estados Unidos”.
Algunas agrupaciones internacionales de países con pocos años de vida agonizan sin pena ni gloria como PROSUR y otras como El ALBA reviven con el potente apoyo recibido desde las propias agrupaciones creadas con fuerte participación de la sociedad civil como el Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla.
La caída del muro de Berlín marcó el tránsito de un orden económico y político bipolar a uno unipolar, posteriormente la emergencia China en el lejano oriente y otras naciones que han basado su poderío en la explotación del fanatismo religioso en el medio oriente, además del resurgimiento de Rusia reclamando el poder que por tradición histórica nunca debió perder, enrielan el mundo hacia la configuración de un orden económico y político multipolar, difícil hoy de pronosticar cuales serán sus efectos y consecuencias.
Talvez los elementos cuya presencia resulta hoy más inusitada sea, por un lado, la emergencia de China, primer socio comercial de Chile liderada por un partido comunista que mantiene entre sus principios, la no injerencia en los asuntos internos de los países con los cuales se relaciona y (al igual que Cuba con posterioridad a la puesta en marcha de la nueva constitución), que considera el mercado y la propiedad privada como elementos constitutivos de la construcción socialista.
Por el otro, la presencia de Estados Unidos, primer socio político hasta ahora de Chile, aunque se mantiene interesado primordialmente en extender las redes de influencia desde la OTAN hacia el Este de Europa e incidir y participar en los conflictos bélicos y políticos del medio y lejano oriente, no parece que ha descuidado la defensa de sus tradicionales intereses, y con ello el manejo de los instrumentos de poder que le permiten asegurar su tradicional influencia en Latinoamérica. Prueba de ello un botón: la guerra económica que mantiene hasta hoy con Cuba (expresada en el bloqueo) y la guerra económica y electrónica que libra con Venezuela (expresada también en el bloqueo y el sabotaje a los suministros básicos y estratégicos). Dos países que, quiéranlo o no sus detractores, se configuran como la primera línea de la lucha anti imperialista en el continente.