La propaganda y publicidad que comienza a aparecer en las calles, espacios públicos, redes sociales y medios de comunicación, nos recuerda que en dos meses estamos convocados a elegir autoridades de los gobiernos locales, regionales y constituyentes, antesala de las elecciones de parlamentarios y presidente de la república, que se producirá algunos meses después.
El escenario y contexto en que tales procesos eleccionarios se realizarán está precedido por fenómenos que lo complejizan en grado sumo, se trata de la primera elección de autoridades después del estallido social y la profundización de la crisis de representación de los partidos políticos, crisis que se proyecta al propio Gobierno y el Estado, incluidas sus instituciones fundamentales, y el modelo de desarrollo que orienta su accionar. Por otra parte, el propio proceso eleccionario se realizará en un complejo contexto sanitario de pandemia y vacunación masiva que incorporan características inéditas al fenómeno.
Creemos por ello que la brújula para adoptar las decisiones que nos permitan transitar este laberinto político sin equivocarnos está configurada en el significado que representan tres conceptos políticos fundamentales: la unidad, la organización y las transformaciones. Por ello considero que el apoyo de la izquierda progresista debe privilegiar candidatos y plantillas cuya plataforma, discurso y acción conjugue estos tres conceptos.
La organización siempre ha sido el instrumento usado por el pueblo para luchar por la defensa de sus intereses, sus reivindicaciones, demandas y derechos, la crisis de representación de los partidos políticos transparentó de mejor forma lo señalado, y el estallido social dio testimonio de aquello transformando la calle en su escenario natural. El proceso electoral y constituyente abre nuevos escenarios para reconvertir su accionar adoptando roles de agente directo de cambio social y democratizando con ello el ejercicio de la política.
También el estallido social, por otro lado, provocó un “golpe a la yugular” al modelo de desarrollo, el que se ha proyectado por cierto al Gobierno, perdiendo la capacidad de iniciativa y gobernabilidad; alentando con ello el aparecimiento de signos de desobediencia civil y rebeldía primitiva que se pretende aplacar apelando a la represión.
La calle y los sectores progresistas del bloque opositor han levantado las banderas de las transformaciones que harán posible la anhelada muerte del neoliberalismo, con las cuales, lo sabemos, no sintoniza otro sector importante del bloque. Son los mismos que durante el gobierno de Bachelet 2 desnaturalizaron la reforma laboral en la cocina del ex Senador Zaldívar, acción justificada con la famosa frase del entonces presidente de su partido “no me leí el programa”
En tales condiciones, como lo dije hace algún tiempo, “en materia de unidad las cartas estaban echadas” y el costo de la dispersión se expresará en abril, la parte positiva de aquello será, sin embargo, la existencia de un registro de resultados, o sea el instrumento ideal para evaluar la disputa de hegemonía expresada al interior del bloque opositor. Asunto no menor considerando que al final del año se disputarán las elecciones parlamentarias y presidenciales, eventos que aún se desenvuelven hoy en sus fases preliminares.
De ese balance dependerá en gran medida que, en materia de unidad, se encienda un potente foco de luz al final del túnel (segunda vuelta presidencial), sobre todo considerando el aparecimiento de una poderosa mano casi invisible que viene monitoreando con inusitado éxito desde Nueva York las fichas disponibles en el sub bloque de la ex concertación. No sería extraño entonces que en el momento oportuno rebase su zona de confort para lo cual necesitará usar en toda su potencialidad la capacidad de liderazgo que bien se ha ganado.
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