EL AÑO
POLÍTICO QUE SE NOS VIENE.
El año
2025 estará atravesado por el significado que tienen las elecciones
presidenciales y parlamentarias que se efectuarán en noviembre y diciembre.
Será, por
tanto, el referente principal que tendrán las organizaciones políticas para
tomar las decisiones y operar en un escenario no muy diferente al que hoy
visualizamos.
Esto es,
dos grandes bloques identificado uno con el progresismo y la superación del
neoliberalismo posicionado en el Gobierno.
El otro
con la reacción conservadora partidaria de la profundización, (modernización en su
lenguaje), del neoliberalismo identificado con la oposición.
Operando
ambos en un sistema político de carácter presidencial, fracturado y atomizado,
producto de los espacios que deja abiertos para que, mas de una veintena partidos, además de innumerables conglomerados de personas lideradas por independientes ocupen pequeños espacios de poder.
En este
contexto, los factores que serán determinantes y fundamentales para inclinar la
balanza en favor de uno u otro bloque, será en primer lugar, la capacidad que
tengan para articular los partidos y organizaciones que compartan sus objetivos
estratégicos emanados del cuerpo ideológico que los identifica.
Y, en
segundo lugar la capacidad de seducir a los independientes (en especial a los influyentes) en
una proporción mayor respecto de su contraparte.
Los resultados
conseguidos en las elecciones locales y regionales por el bloque progresista, realizadas el año que acaba de terminar, lo dejan bien aspectado para proyectar la performance experimentada en
las elecciones de alcaldes y gobernadores a las parlamentarias y presidenciales
a realizarse el 2025.
Los Alcaldes oficialistas elegidos el año 2024 gobiernan el 40% de la población, los opositores al 38%, y los independientes el restante 22%; si el ejercicio lo hacemos con el resultado de Gobernadores, la diferencia es mayor considerando que, en 10 de la 16 Regiones fueron elegidos candidatos identificados y apoyados por el Gobierno.
En las
elecciones donde el conglomerado progresista participó disperso (consejeros y
concejales) el resultado fue el inverso.
La única
posibilidad que tiene el progresismo de triunfar es repetir esta experiencia
probada ya como exitosa: esto es estructurar una alianza lo más amplia posible
Ello no
es fácil.
Para
refundar la articulación en el nuevo contexto, se requiere tener un relato en que se
reconozcan todos los sujetos orgánicos articulados; es decir un proyecto país,
que parta de lo conseguido en el actual Gobierno y se proyecte en primer lugar,
hacia el logro de las tareas que quedarán pendientes.
En lo
posible con una estructura orgánica con un mayor grado de formalización que “los encuentros
auto convocados” de sus líderes, o la respuesta a invitaciones a participar en
el comité político del Gobierno.
Si se
logra aquello se alcanzará una nueva posición ventajosa, teniendo en cuenta que,
en la otra barricada, se perfilan al menos dos proyectos.
La
existencia de los dos proyectos en la oposición se traduce en la existencia de
un doble liderazgo, (aspirantes a la primera magistratura del país), expuestos
al desgaste del debate político cotidiano.
La obsesión de uno de ellos de no participar en las primarias extiende la permanencia de tal situación
hasta la primera vuelta.
El
progresismo, en cambio, si logra resolver positivamente los temas de la
articulación y el relato, el tema del liderazgo lo resolverá el sistema
mediante las primarias, habilitándolo para participar ya en la primera vuelta presidencial,
con sólo un candidato reconocido por el conjunto de actorías incorporadas al
bloque.
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